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Enfrentando el dolor


BURN PHILLIPS, EX ENTRENADOR de los equipos Petroleros de Houston y Titanes de Tennessee, una vez dijo: “Hay dos tipos de entrenadores en la NFL: A quienes se ha despedido y a quienes se les va a despedir”.

Su enunciado se aplica al tema del dolor. Hay dos tipos de gente en el mundo: Aquellos que sienten dolor y aquellos que sentirán dolor. No podemos escapar al dolor, por ende, debemos prepararnos para esto.

Mi padre murió hace algún tiempo atrás. Tal vez usted está leyendo este folleto porque también ha perdido recientemente a alguien querido.

Todos tenemos algo en común—el dolor. Independientemente de nuestros antecedentes, género, raza, nacionalidad, partido político, educación, deporte favorito o búsquedas recreativas, todos lidiamos con las lágrimas que nos siguen a casa después de haber estado en una tumba nueva. Todos lidiamos con la gama de emociones que es parte de la experiencia humana.

¿Qué consejos o información pueden ayudarnos a atravesar el dolor?

Es normal sentir dolor, y es aceptable expresarlo.

Algunas personas que tienen buenas intenciones nos dicen que dejemos de llorar—que no debemos llorar. Sin embargo, las lágrimas no son vergonzosas. Los cristianos no son inmunes al dolor simplemente porque no se entristecen “como los otros que no tienen esperanza” (1 Tesalonicenses 4:13). Aunque todos queremos evitar hacer un espectáculo público, se espera y es necesario sentir dolor en una manera adecuada.

La Biblia reconoce que sentiremos dolor. No es razonable sugerir que no lo experimentaremos. Los santos de la Biblia conocieron el dolor.

  • Jacob “guardó luto por su hijo muchos días” (Génesis 37:34).

  • Abraham guardó luto por el fallecimiento de Sara (Génesis 23:2).

  • Isaac todavía sentía dolor después de tres años de la muerte de su madre (Génesis 24:67).

  • David lloró cuando su amigo Jonatán murió (2 Samuel 1:11-12).

  • Job rasgó sus ropas y rasuró su cabeza cuando perdió a sus hijos (Job 1:20).

  • Las Escrituras dicen que Jesús fue “varón de dolores”, Quien lloró en la tumba de Lázaro (Isaías 53:3; Juan 11:35).

El dolor es una respuesta natural; es la manera en que Dios nos ha creado. El Creador puso eternidad en nuestros corazones (Eclesiastés 3:11). Las criaturas compasivas experimentan dolor naturalmente cuando pierden el objeto de su amor. De hecho, los investigadores de la Facultad de Medicina de Virginia concluyeron que la muerte de un familiar cercano es la causa principal de la depresión. Las pérdidas incrementan el riesgo de depresión.

  • Enfermedad seria, 390%.

  • Divorcio/término de una relación, 1,130%.

  • Problemas maritales, 1,130%

  • Abusos, 1,400%.

  • Muerte de un familiar cercano, 1,500% (“Índice de Crisis”, 2012).

En contraste a la idea popular, es aceptable que los hombres lloren. La Biblia no desaprueba el llanto. Romanos 12:15 incluso anima a los creyentes a “llorad con los que lloran”. Jesús no reprimió Sus lágrimas en la tumba de Lázaro (Juan 11:35). José y David, dos héroes del Antiguo Testamento, lloraron en público (Génesis 45:2; 2 Samuel 12:22).

El primer duelo que la Biblia registra es de Abraham debido a la muerte de Sara (Génesis 23:2). ¿Cuál es la diferencia entre hacer duelo y llorar? El llanto es una respuesta personal ante el dolor, mientras que hacer duelo (lamentación) en ese tiempo frecuentemente era una ceremonia que involucraba rasgar las ropas, golpearse el pecho o jalarse el cabello. No sabemos cuánto tiempo Abraham hizo duelo, pero a la muerte de Jacob, sus hijos hicieron duelo por siete días (Génesis 50:10).

Llorar es natural, saludable y necesario. William H. Frey, del Centro de Ojos Secos y Lágrimas en St. Paul, Minnesota, presentó un estudio revelador en cuanto a las lágrimas.

  • Tres fuentes causan las lágrimas—el 79% debido a la tristeza, el 20% debido a la alegría, y el 0.5% debido a la ira.

  • En promedio, las mujeres lloran cinco veces al mes, y cuatro veces más que los hombres.

  • Solamente el 4% de las mujeres dice que no llora en absoluto, pero un 45% de hombres dice que no llora en absoluto.

  • De los que lloran, el 85% de las mujeres y el 73% de los hombres reportaron que se sienten mejor después de llorar. Es más probable que las mujeres lloren cuando están molestas, pero la ira impide el llanto en los hombres (Frey, 1997).

Paradójicamente, las lágrimas ayudan a la persona a continuar. El llanto es crucial en el proceso de recuperación. Los que pueden llorar se deshacen del dolor más pronto, se levantan más rápido y continúan con su vida más fuertemente que los que reprimen sus emociones.

No debe establecer un límite de tiempo para poner fin a su dolor, pero debe entender que independientemente del tiempo que dure, el dolor es temporal (2 Corintios 4:17). El Salmo 30 habla de la esperanza que transforma nuestro dolor:

Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad. Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría (vss. 4-5).

La Ley de Moisés permitía que los judíos expresaran dolor en algunas de las mismas formas en que lo hacían las naciones paganas alrededor de ellos. Por ejemplo, ellos podían llorar, gemir y vestir ropas de luto. Sin embargo, se les prohibió cortarse el cuerpo, lo cual era común en el Medio Oriente. ¿Por qué? Algunos piensan que esto tiene que ver con la naturaleza temporal del duelo. El corte deja una cicatriz—y Dios no quería que sus pérdidas les produjeran cicatrices. Él quiere que hagamos duelo pero que continuemos con nuestro servicio ante Él y otros.

Regrese a sus rutinas diarias, pero apártese de las situaciones tensas.

Los hábitos familiares pueden ser confortantes. Sus nervios están vivos; sus emociones son sensibles. Apague los reportes noticieros deprimentes de la TV, y distráigase con algo que disfrute hacer. Es bueno considerar el consejo de Pablo en un tiempo como este:

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (Filipenses 4:8).

No descuide su salud.

El llanto puede ser físicamente agotador, especialmente cuando se tiene que recibir visitas y hacer decisiones difíciles. Susan J. Zonnebelt-Smeenge y Robert C. De Vries recomendaron: “Respete su mente y cuerpo. Beber, comer, ejercitarse y descansar pueden ayudarle a enfocarse en su cuidado” (2001, p. 21).

Hay algo de consuelo en cuanto a la comida y el descanso. Cuando el bebé de David murió, David se encargó de sus necesidades físicas. Se lavó, afeitó y pidió comida (2 Samuel 12). Cuando Elías estuvo deprimido, un ángel del Señor vino y le dijo: “Levántate y come”. La Biblia dice que la comida le fortaleció (1 Reyes 19:8).

No tenga miedo de pedir ayuda a sus familiares y amigos.

Los árboles secuoyas de California alcanzan los 300 pies de altura. Están verdes todo el año, y pueden vivir hasta 2,200 años; su especie incluye los árboles más altos en la Tierra, los cuales alcanzan alrededor de 400 pies de altura y 26 pies de diámetro a la altura del pecho.

El árbol más alto es el Hiperión, que mide 379.1 pies. Chris Atkins y Michael Taylor lo descubrieron en 2006 en el Parque Nacional Secuoya, y se le ha calificado como el organismo vivo más alto.

De manera extraña, estos árboles tienen un sistema de raíces laterales poco profundas y poco extendidas. Esto les permite obtener la mayor cantidad de humedad de superficie pero también les hace vulnerables al viento. Por ende, es inusual ver un secuoya solo. Estos árboles crecen en grupos para que sus raíces que se entrelazan puedan sostenerlos mutuamente contra las tormentas.

Una de las formas en que Dios nos ayuda a atravesar nuestras tormentas es por medio del sistema de lazos familiares y de amigos. Nos consuela y nos usa para consolar a otros. Chuck Swindoll escribió: Aunque parezca increíble, Dios tiene una razón para nuestro sufrimiento. Nuestro Padre nos está preparando para ayudar en las necesidades internas de otros al primero hacernos atravesar por los lugares oscuros (s.d).

Los que han experimentado la aflicción, la duda, la enfermedad y la tentación están mejor equipados para consolar a otros que pasan por situaciones similares (2 Corintios 1:3-4; cf. Job 2:13; 1 Pedro 3:8; Juan 11:31; 1 Tesalonicenses 2:11; 5:14).

También es importante recordar que muchas personas sufren por la pérdida personal y de otros. Una persona que hace duelo por la pérdida de su esposo también debe considerar las necesidades de sus hijos que sufren y los padres y hermanos de su esposo. Una congregación completa puede sufrir la pérdida de un hermano amado. Los que trabajaron con la persona fallecida también necesitan una forma de expresar su dolor.

Los apóstoles que estaban escondidos en el aposento alto, tenían temor de los judíos y estaban abrumados con el dolor por haber perdido a su Señor. Luego un grupo de mujeres que habían ido a la tumba para llorar juntas les trajo buenas noticias—¡el Señor ha resucitado! (Lucas 24:9-11). Desde luego, ese es un caso especial, pero demuestra que el dolor se comparte.

Busque consuelo de otros que estén en la misma situación (2 Corintios 1:3-4).

Una noche Enrique VIII estaba caminando disfrazado en Londres. Unos vigilantes se encontraron con él al pie de un puente. Ellos no creyeron que era el rey, así que le encerraron en una prisión, sin luz ni fuego para calentarse. A su liberación, él otorgó mucho carbón y pan para todos los prisioneros.

La experiencia guía a la compasión. Un predicador predicó en un funeral para un bebé, hablando en cuanto al bebé que iba al cielo y del gozo que había allá. Después la familia le dijo: “Nosotros sabemos que él está bien, pero ¿qué acerca de nosotros?”.

Ese es un bueno punto. Los que experimentan dolor necesitan conocimiento y ayuda que nunca han necesitado antes. Otros en su congregación local han pasado a través de algo similar a su experiencia, así que búsqueles y hable con ellos. Si no puede encontrar a nadie que conozca, busque un grupo de ayuda o recursos en línea.

Continúe con su vida.

Cuando un padre o un cónyuge puede aceptar completamente la muerte de un ser querido, es beneficioso que continúe con su propia vida. David perdió a un bebé recién nacido y tuvo que hacer ajustes para vivir sin él. ¿Pasó David el resto de su vida en el suelo y arrojando cenizas en su cabeza? ¿Se aisló sintiéndose triste por sí mismo? No. Cuando el niño murió, se levantó, se lavó y cambió sus ropas; luego fue a la casa de Dios y adoró.

Cuando sus siervos se sorprendieron por sus acciones, David hizo un enunciado dramático y memorable: “Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí” (2 Samuel 12:23). David sabía que ese pequeño estaba seguro, así que declaró que algún día iría donde él estaba. El niño que muere en la infancia va a estar con el Señor (Mateo 18:10).

La perspectiva de David es la única manera eficaz y consoladora de considerar la vida y la muerte. Esta clase de esperanza finalmente secará nuestras lágrimas y sanará nuestros corazones dolidos (1 Tesalonicenses 4:13; Filipenses 1:21; 1 Corintios 15:19).

Isaac experimentó dolor por su mamá que murió, pero luego continuó con su vida. Se casó con Rebeca y fue consolado de la muerte de su madre (Génesis 24:67).

A la vez, esto no significa que debemos olvidarnos de nuestros seres queridos. Nunca nos olvidaremos de la gente que importa más. Según Génesis 48:7, Jacob se remontó con dolor al tiempo que su esposa Raquel murió—¡y esto fue más de 30 años después que esto sucedió!

Cuando los amigos están cerca, hable sobre la persona fallecida. Su disposición de hacer esto señalará a sus amigos que está bien hablar en cuanto a esa persona y compartir recuerdos.

No crea los mitos sociales en cuanto al dolor.

Pablo escribió: “Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios” (1 Corintios 3:19). La sociedad sugiere:

  • Deje de sentirse mal y oculte sus sentimientos.

  • Reemplace su pérdida y evite el dolor rápidamente.

  • Sufra solo para que no moleste a otros con su dolor.

  • El tiempo por sí mismo cura todo.

  • Si no se ha arreglado algo en la vida de la otra persona, entonces acepte una vida de remordimiento; no hay nada que se pueda hacer.

  • Endurezca su corazón y nunca confíe en nadie más.

Piense en otras personas.

Pablo enseñó a mirar “cada cual también por lo de los otros” (Filipenses 2:4). Frecuentemente es útil salir. Ofrézcase como voluntario para ayudar en la oficina de la iglesia, visitar a alguien en el asilo, ayudar a un vecino o donar su tiempo por alguna causa buena.

Otra persona tuvo una idea en este punto. En vez de deprimirse por una silla vacía durante los días festivos, él explicó a su “familia” durante ese tiempo:

Recuerdo la primera Navidad después que un auto atropelló a mi hijo Timoteo. Nos preocupábamos en cuanto a la llegada de la Navidad y ver su silla vacía. Tuvimos la idea de llenar su silla con otras personas. Esa Navidad invitamos a un familiar lejano a pasar la semana con nosotros. También invitamos a dos hombres viudos de nuestra iglesia para compartir la cena. Mientras estábamos en la mesa, todos nosotros estuvimos agradecidos del amor que nos unía y los recuerdos que compartíamos (citado en Parachin, 2003).

Norman Singer contó la historia de una mujer cuyo único hijo murió. En su dolor, fue a ver a un “hombre santo” y dijo: “¿Qué encantamientos mágicos tiene para hacer volver a la vida a mi hijo?”.

En vez de enviarla de regreso insatisfecha o de razonar con ella, él simplemente dijo: “Busque una semilla de mostaza de un hogar que nunca haya experimentado el dolor. Nosotros la usaremos para sacar el dolor de su vida”.

La mujer fue en busca del grano de mostaza mágico. Primero llegó a una mansión espléndida, tocó la puerta y dijo: “Estoy buscando un hogar que nunca haya experimentado la tristeza. ¿Es este el lugar?”.

Ellos respondieron: “Está en el lugar equivocado”. Luego comenzaron a describir todas las cosas trágicas que habían experimentado.

La mujer se dijo a sí misma: ¿Quién es más capaz de ayudar a estas pobres personas que yo, ya que he experimentado el dolor terrible?”. Ella se quedó y les consoló, y luego continuó en su búsqueda de un hogar que nunca había experimentado el dolor. Pero dondequiera que iba, en hoteles y lugares silenciosos, encontraba historias tristes y trágicas. Ella llegó a involucrarse tanto en ayudar a otros, que olvidó su búsqueda de la semilla mágica, sin darse cuenta que realmente se había deshecho del dolor de su vida.

Persevere a través de los tiempos difíciles, ya que esto guiará a bendiciones.

Recuerde que el tiempo realmente ayuda a disminuir el dolor (Salmos 56:3; Eclesiastés 3:3-4). Una viuda, Lynn Caine, dijo:

Si solamente alguien que respetara me hubiera dicho después que Martin muriera: “Lynn, el dolor es como una herida; es como estar muy, muy terriblemente herido… Llorarás, y eso duele. Y tu dolor tendrá muchas etapas, pero estarás sanando. Poco a poco, estarás sana, y serás una persona más fuerte. Así como los huesos rotos se unen y se hacen más fuertes que antes, tú lo harás”.

Si hoy las cosas no tienen sentido para nosotros, eso no quiere decir que mañana no tendrán sentido. Podemos no entender algunas cosas desde un punto de vista inmediato; necesitamos un poco más de tiempo para cambiar nuestras perspectivas. Cuando éramos niños, no entendíamos por qué no podíamos tener más postre en vez de comida, pero ahora les decimos lo mismo a nuestros hijos.

Una vez un predicador oró en una universidad cristiana: “Amado Señor, por favor, por favor, dame a esa joven como esposa”. Por alguna razón, Dios dijo, “No”, y ella se casó con otra persona. El predicador le vio 15 años después y oró otra vez: “Amado Señor, ¡gracias!”.

Pablo escribió: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10). Este es un buen consejo para cualquiera en cualquier momento, pero calza bien para la persona que está llevando la carga del dolor.

Entienda que es aceptable que se sienta feliz nuevamente.

Cuando Pablo escribió que los cristianos debían regocijarse en el Señor siempre (Filipenses 4:4), ciertamente estaba incluyendo el tiempo después del periodo del dolor.

Es importante evitar golpearse con el sentimiento de la culpa (Romanos 8:1). Un hombre de 86 años que había perdido a la mayoría de sus seres queridos, dijo: “He aprendido a seguir mirando hacia adelante. Todavía hay muchos libros buenos que leer, atardeceres que ver, amigos que visitar y perros viejos con los cuales caminar” (Brown, 2007, p. 134).

Mientras experimentamos dolor juntos, recordemos que la fe obediente y firme en Dios produce la esperanza que puede finalmente guiarnos al lugar donde no hay tristeza, dolor o separación, sino solamente gozo por siempre.

Referencias

Brown, Jackson (2007), El Completo Viva, Aprenda y Transmítalo [The Complete Live and Learn and Pass It on] (Nashville, TN: Thomas Nelson).

Frey, William (1997), Los Angeles Times, 10 de marzo.

“Índice de Crisis” [“Crisis Countdown”] (2012), Psychology Today, publicado originalmente el 1 de noviembre de 1995; versión revisada.

Parachin, Victor (2003), “Cuando Los Feriados Causan Dolor” [“When the Holidays Hurt”], Today’s Christian Woman, noviembre, http://www.todayschristianwoman.com/articles/2003/november/8.58.html.

Swindoll, Chuck (sine data), Southern Nazarene University, http://home.snu.edu/churchrel.

Zonnebelt-Smeenge, Susan y Robert De Vries (2001), La Silla Vacía [The Empty Chair] (Grand Rapids, MI: Baker).

http://www.ebglobal.org/inicio/consejos-para-el-que-enfrenta-dolor.html


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